miércoles, 27 de abril de 2011

Descubrir, conocer, reconocer…..

En una primaveral mañana de 1979, en una de las aulas de la facultad, el profesor de psiquiatría nos comentaba el caso de un paciente, con algún tipo de neurosis, que tenía la ideación obsesiva de que todo los importante de la vida estaba comprendido en la palabra “reconocer”, y argumentaba para ello que era “capicúa”, se puede leer igual en ambos sentidos (en realidad estas palabras son palíndromos). Ante la cara de asombro o pasotismo, que se yo, de la audiencia, aseguraba el “profe” que había otros síntomas más evidentes para el diagnóstico.
A mí se me quedó la anécdota y ahora la he recordado, al plantearme la siguiente cuestión ¿los avances científicos se realizan en realidad por nuevos descubrimientos y adquisición de nuevos conocimientos, o en realidad lo que hacemos es redescubrir algo que en alguna forma ya era conocido?.... Absurdo ¡¿no?!
Pongamos un ejemplo como el Descubrimiento de América por Cristóbal Colón el viernes 12 de octubre de 1942. Polémicas aparte, es muy probable que Colón tuviera conocimientos previos de la existencia de tierra al oeste del Atlántico ya fuera por los estudios de Paolo dal Pozo Toscanelli y Fernáo Martins de Roriz, o por las mismas fuentes del mapa de Piri Reis (Muhyî al-Dîn Pîrî). Por otra parte, son conocidas las teorías que achacan el descubrimiento a los vikingos liderados por Leif Eriksson, hijo de Erik el Rojo, alrededor del año 1000, o más recientemente al almirante eunuco chino Zheng He durante su sexto viaje entre 1421 y 1423, con una flota de más de 300 barcos. Así pues, ¿que hizo Colón descubrir o redescubrir?
En 1953, James Dewey Watson y Francis Harry Compton Crick publicaron en Nature, un pequeño artículo de una página con la propuesta de lo que creían era la estructura del àcido desoxirribonucleíco –ADN– (Nature 171, 737–738 (1953)). Por este artículo y los trabajos que comprendía –uno de los mayores descubrimientos de la historia de la ciencia– se les otorgó, junto a Maurice Hugh Frederick Wilkins, el premio Nobel en 1962. Ya en su artículo Watson y Crick mencionan los trabajos previos de L. Pauling y R.B. Corey, y más aún agradecen las ideas de Maurice Hugh Frederick Wilkins y su colega Rosalind Elsie Franklin cuyos trabajos con las fotografías de Rayos X del ADN fueron indispensables para llegar al descubrimiento final de la estructura. La película “Life Story” trata de relatar las peripecias de todos ellos en aquellos días y las carreras por dar con los cálculos correctos de la estructura. De hecho a Watson le dieron un ultimátum de que si no presentaba algo perdería su beca. Por otro lado la muerte prematura de Rosalind Franklin, junto con el tratamiento del misógino “establishment” científico masculino, hizo de ella un icono feminista, y este mito eclipsó su fuerza e independencia intelectuales como científico y como individuo, además de no concederle el premio Nobel. Por tanto ¿quién de hecho fue el descubridor de la estructura del ADN? ó ¿quién tuvo el conocimiento final? ó ¿quién reconoció de manera adecuada lo que ya se venía percibiendo?

Life Story, dirigida por Mick Jackson para BBC's Horizon science series.
James Watson: Jeff Goldblum
Francis Crick: Tim Pigott-Smith
Rosalind Franklin: Juliet Stevenson
Maurice Wilkins: Alan Howard



No quiero decir con todo esto que no hayamos de “reconocer” (aquí en el sentido de admirar y agradecer) el fabuloso trabajo de los que han pasado a la historia por tales descubrimientos, sino que también se ha de reconocer el fabuloso trabajo de los que no llegan a tales peldaños de la historia.
De hecho, para muchos de los que han recibido, en vida o ya muertos, el reconocimiento por sus trabajos, ha sido a cambio de perder partes importantes de su vida. Ángel María de Lera describe en una pequeña biografía “La Neurona” editada por Antibióticos S.A. en 1974 como tras los primeros éxitos de don Santiago Ramón y Cajal, éste y su esposa Silveria perdían al mayor de sus hijos, Santiago, por el tifus en 1888 (páginas 34 y 35).
Y refiriéndome a algunos premios Nobel, es curioso que los más afamados premios lleven el nombre de un maganate petrolero que pasa a la historia por “inventar” –otra palabrita- la dinamita. Wikipedia sic: “Los premios se instituyeron como última voluntad de Alfred Nobel, inventor de la dinamita e industrial sueco. Nobel firmó su testamento en el Club Sueco-Noruego de París el 27 de noviembre de 1895. Se sentía culpable por su responsabilidad como empresario enriquecido a través de una industria productora de dinamita cuyo principal mercado era la minería, pero también la guerra. Esta puede haber sido la motivación principal de su afamado testamento, quizás unida a la costumbre de la época de realizar acciones para hacer trascender su nombre al morir”.
Cuando tantas veces no se puede asegurar quien alcanza el conocimiento o el descubrimiento más que por una convención de intereses, creo que aún se ha de trabajar más por compartir ese conocimiento y mantener iniciativas como el manifiesto 'En defensa de los derechos fundamentales en Internet' anterior a la Ley Sinde, pero aún vigente.
Y en lo profesional, se habrían de promover las publicaciones de acceso abierto como fueron establecidas en el encuentro de Bethesda de 20 de junio de 2003,
Una publicación del acceso abierto es aquella que cumple las dos condiciones siguientes:
1.- El autor y propietario de los derechos de autoría garantiza a todos los usuarios un derecho de acceso libre, irrevocable, mundial, y perpetuo y una licencia para copiar, utilizar, distribuir, transmitir y exhibir el trabajo en público y para realizar y distribuir trabajos derivados, en cualquier medio digital para cualquier propósito responsable, conforme a la atribución apropiada de condición de autoría, así como el derecho a hacer una pequeña cantidad de copias impresas para su uso personal.
2.- Una versión completa del trabajo y de todos los materiales suplementales, incluyendo una copia del permiso como se declaró anteriormente, en un formato electrónico estándar conveniente se deposita inmediatamente en el momento de la publicación inicial en por lo menos un depósito en línea que sea apoyado por la institución académica, una sociedad colegial, una agencia estatal, o otra organización adecuadamente establecida que abogue por permitir el acceso abierto, la distribución sin restricción, la interoperabilidad, y el archivo a largo plazo (para las ciencias biomédicas, la central de PubMed es tal depósito).