lunes, 23 de julio de 2012

Nuevas viejas cabinas de teléfono rojas en Londres.



23-junio-2014.- Durante mi última visita a Londres la semana pasada, aluciné como siempre que visito la gran urbe. Pese a que ya nadie utiliza teléfonos fijos, las tradicionales, cotidianas, e inmutables cabinas de teléfono rojas ("red telephone box") permanecen inalterables como parte indispensable del mobiliario urbano de la gran metrópoli, a través del tiempo desde los felices veinte del siglo pasado. Me resultaba imposible pensar que el único motivo para su conservación fuera el atractivo turístico para que los visitantes de la ciudad se hicieran sus típicas fotos de recuerdo.

Este único uso no podía explicar el costoso mantenimiento de las cabinas. Dado el pragmatismo inglés, me intrigaba que otros motivos  podían haber, o que otros usos se les daba a estas cabinas.

Desde hace aproximadamente seis meses, un acuerdo entre las compañías O2 y Orange junto con algunos Boroughs del Gran Londres, aseguró la continuidad de las pocas famosas cabinas que quedan, asumiendo el mantenimiento de las mismas y el rendimiento de su uso. Del interior de las cabinas han desaparecido los teléfonos, pero se han acondicionado perfectamente con un cómodo banco acolchado, sistema de refrigeración o calefacción según la época del año, y un estante/mesita plegable por si se necesita escribir algo. Por 20 peniques (pence) o poco más según la zona, un sistema automático de cobro de monedas franquea al turista o usuario el acceso a un reducido pero cómodo espacio. 

Pero, ¿Para que este espacio? 


La respuesta a mi pregunta llegó una tarde, cuando vi un típico gentleman inglés, de los que aún quedan, que depositaba una moneda para entrar en una de las cabinas del centro del Londres. Mientras tomaba asiento y mientras se cerraba la puerta, sacaba con donaire del bolsillo de su chaqueta una especie de libreta, que no era otra cosa que su intercomunicador personal.



Haciendo como que paseaba, aunque realmente así lo hacía, me acerqué disimuladamente, para ver que simplemente se trataba de una videoconferencia a través de uno de estos nuevos periféricos, que han sustituido a los antiguos celulares o móviles. 

Casi con la misma capacidad de un miniordenador personal, estos "devices" con aspecto de una "tablet" doblada sobre sí misma, se han convertido en la herramienta insustituible, que siempre acompaña a todo ejecutivo, estudiante o joven amante de las redes sociales. Aunque todos los modelos ofrecen la posibilidad de acoplar unos auriculares o "cascos" estándar, la verdad es que la mayoría de usuarios reserva esta posibilidad para escuchar música, mientras que para las videoconferencias, que han sustituido por completo a las llamadas telefónicas de voz, la gente prefiere el micrófono y altavoces exteriores del aparato. Por ello es lógico que cualquiera prefiera un rincón con cierta intimidad en el café o en la calle, o mejor en estas cabinas para atender o emitir una videollamada.

Como todos los modelos incorporan reconocimiento de voz, los mensajes cortos se reciben mediante whatsapp transcrito en el destinatario, por ello está tan mal visto ya contestar una llamada o videollamada en el metro ("Subway") o en cualquier otro lugar público.

Además de la mejora en el contacto con tu interlocutor, le conozcas o no, la posibilidad de mantener el contacto mientras consultas tu agenda, recuperas un archivo, o realizas una consulta en internet, todo ello compartiéndolo con tu interlocutor, si lo deseas, han hecho de las videollamadas algo más serio en las comunicaciones. Y si a ello añadimos la calidad de imagen de la doble pantalla retina flexible de 7 pulgadas, como las antiguas Nexus 7 o iPad “mini”, y la posibilidad de grabar y almacenar la videollamada, se explica la necesidad de privacidad.  

Por todo ello, saludo esta nueva, tradicional, pragmática y brillante idea británica de mantener sus cabinas de teléfono rojas. ¡Londres no sería lo mismo sin ellas!

Post-script.: ¡Espero me perdonen el alarde imaginativo de esta noticia futurista!

® Jesús Almeda Ortega




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