Álvaro y las piedras de Akraberg


I
El hallazgo
Álvaro era un niño normal de nueve años. Es verdad que el color de su piel era oscuro, porque sus padres lo habían adoptado cuando era un bebé en Eritrea, pero siempre había vivido en Madrid, y su memoria y su vida pertenecían a allí.
Aquella mañana la había pasado, como otras tantas de aquel verano, en la playa, y cuando volvía hacía el chalet de la urbanización donde veraneaba con sus padres, caminando por la arena cabizbajo, cansado de hacer hoyos infinitos en la arena y luchar toda la mañana con las olas, se topó con algo blanco y reluciente entre una de las matas que al borde de la playa crecen y mantienen la arena en su lucha con el agua. Era un papel blanco bien doblado en dos veces, y Álvaro no pudo resistirse a recogerlo con cuidado. Lo desdobló y ante sus ojos apareció un mapa impreso de un lugar extraño que no podía reconocer. Había muchas islas con nombres extraños, -algunos de ellos en inglés-, nombres de tierras como "Red Land" y mares como "Summer Sea". Todo ello bajo un titulo que se leía "A song of ice and fire". Y un subtitulo, que en inglés, ponía "Mapa del mundo conocido v. 6.0".

Todo aquello despertaba su curiosidad, y por más vueltas que le daba no lograba ubicar todo lo que allí aparecía con nada de lo que él había estudiado en "Conocimiento del medio". Mientras se duchaba después de la playa o mientras estuvo comiendo, su mente le transportaba a las ciudades que había visto marcadas en el mapa, pero cuyos nombres no lograba distinguir. Algunas porque el nombre impreso lo estaba en una letra demasiado pequeña y otras porque eran nombres extraños, como de alguna lengua del norte, escandinava o algo así, pensaba él.

Quiso comentarlo con sus padres, pero algo en su interior le decía que tenía que descubrirlo por sí mismo. Sin duda que no se trataba de ningún mapa de un tesoro, porque el papel era reciente y hecho con una impresora láser, pero quiso mantener el secreto hasta descubrir algo por sí mismo.
Aquella tarde tenía que ir con sus padres a visitar a unos parientes a un pueblo cercano, lo cual no le apetecía mucho, pero se acordó de que estaría su primo José, dos años mayor que él, a quien no veía desde hacía dos veranos. Casi en cuanto llegaron y tuvo la primera oportunidad, no se cortó un pelo, y le pidió a su primo que le dejara buscar algo en el ordenador. Su primo le miró extrañado, pensando que no le apetecía gastar su tiempo de esa tarde con aquel pequeñajo, haciendo cosas del cole, por lo que con aire de superioridad le dijo que no, que él no quería perder el tiempo en cosas aburridas y que prefería jugar al fútbol, a no ser que le dijera que es lo que quería buscar.
Álvaro se lo pensó unos segundos, y después se lo contó, no sin antes decirle que era un secreto y que le había de prometer que no lo diría. Aquello funcionó y atrajo la atención de su primo. Álvaro sacó del bolsillo el mapa y se lo enseñó, diciendo:
- Quiero buscar las palabras que aparecen en este mapa, para saber de donde es.
- Ah! Guay, esto lo podemos hacer con el Google.
¡No se esperaban ellos todo lo que encontrarían! Fue escribir en el buscador el titulo en inglés que aparecía en el mapa, y aparecieron miles de páginas relacionadas. Comenzaron a descifrar algunas de las páginas con lo que ambos sabían de inglés y todo un mundo nuevo se les abrió delante de ellos. Enseguida dedujeron que se trataba de una nueva series de novelas juveniles de fantasía, que estaban haciendo furor en Norteamérica y todo el mundo de habla inglesa. Sin duda el mapa lo había perdido algún chaval extranjero que estaba leyendo alguno de los libros de la serie y se había impreso el mapa.
Resultaba ser una obra de un autor americano llamado George R.R. Martín, que en las fotos aparecía como un viejo con aspecto bondadoso, como de pescador con su barba blanca y su gorra, alguien que ya de entrada, da la impresión de saber muchas historias.
Se ve que el dicho George había comenzado a escribir en 1991 una serie de novelas, que en principio iba a ser una trilogía y luego se había convertido en cinco libros de aventuras de un mundo fantástico de otra época y tierra imaginarias, con especies diferentes de los Hombres, como los Niños de los Bosques, y los temibles Otros. Impresionantes historias transcurrían a través de miles de años, con cientos de personajes. Además habían hecho una serie de televisión, que justo eses año estaba siendo una de las más vistas en Estados Unidos, y que había ganado no sé cuantos premios “Emmy” ese año.  También habían hecho un videojuego con el mismo nombre de la serie de televisión "Game of Thrones" y juegos de rol.
A medida que avanzaban en su descubrimiento y leían más sobre todo aquello, más impresionados y enganchados al ordenador estaban los dos chicos. José era el más excitado, pero Álvaro tampoco parpadeaba delante de la pantalla. Intentaron encontrar alguno de los libros, pero sólo encontraron algunos textos parciales en inglés, que lo único que hacían era excitar aún más su curiosidad. Consiguieron ver algunas imágenes de la serie de televisión y de los juegos, y les parecía increíble.
- ¿Como no sabíamos nada de esto hasta ahora? -se preguntaban ambos niños-. ¡Si esto le da mil vueltas a Harry Potter y al Señor de los Anillos juntos!, -aseguraba José.
Cuando llevaban bastante rato ante el ordenador, oyeron las voces de sus padres, que los reclamaban, porque parecía que la visita se había acabado.
Había sido la segunda vez que José y Álvaro se habían visto, pero esta vez había sido sin duda mucho más divertida,... ¡se lo habían pasado de fábula!
Los dos niños se despidieron deseando volver a verse pronto, y prometiendo que se escribirían contándose si habían conseguido los juegos de "Game of Thrones" y si avanzaban en los niveles.


II
La educación
Tras las vacaciones, durante los pocos días antes del curso y durante todo el primer trimestre, no eran pocos los momentos del día que Álvaro se quedaba ensimismado, pensando en viajes por ese mundo imaginario que había conocido, o recordando lo que había leído en internet sobre ello. Pero ello no quería decir que sólo pensara en ello y se olvidara de lo demás. Álvaro era muy consciente de que si quería los juegos, e ir a ver las "pelis" había de estudiar y aplicarse a fondo aquel curso.
En el "cole", Álvaro aprovechaba cualquier oportunidad para contar las cosas que aprendía sobre "Game of Thrones" a sus compañeros de clase. Su entusiasmo era tan contagioso, que durante un tiempo se puso de moda en todo el colegio hablar de aquel juego en la hora del patio. Pero como los juegos no estaban a la venta aún e España, pronto se pasó aquella moda, como otras tantas modas en el "cole".
Pero todo esto no desanimaba a Álvaro. Por el contrario, se enteró que para Navidad saldría el primer juego a la venta, y estaba totalmente decidido a que se lo trajeran los Reyes Magos de aquel año. Así que se comportó lo mejor posible y estudió hasta conseguir las mejores notas que nuca había sacado.
Y así fue como, efectivamente, consiguió no sólo uno si no todos los juegos y libros de la saga. ¡Y como disfrutó leyendo y viviendo aquellas aventuras, navegando por el mar de Schvering y el mar de Jade, defendiendo las Ciudades Libres y luchando contra los Otros, e incluso adentrándose en las Tierras de las Sombras, y las Tierras del Invierno Perpetuo.
Pero si aquello era divertido e interesante, vivir todas aquellas aventuras y verlas en la tele o en el cine le aportaron algo de más valor aún.... El interés por descubrir y aprender de nuevas culturas y civilizaciones. Para Álvaro cada vez adquiría mayor importancia conocer como de diferente era la forma de vivir y las costumbres de otras gentes y otros pueblos.
Así fue, como cada vez hacía más preguntas a sus padres sobre su país de origen, un mundo totalmente desconocido para él.
Ante las primeras preguntas de donde provenía, sus padres comprendieron que había llegado el momento que sabían que un día llegaría. Fue entonces cuando le contaron como viendo que se hacían mayores y no podían tener hijos pese a intentarlo, tomaron la decisión de adoptar un niño, que después de un largo peregrinar de dieciocho meses resultó se él.
Le contaron como buscaron una asociación formada por otros padres que anteriormente habían pasado por aquello y se dedicaban a asesorar a quien, como ellos, querían adoptar algún niño. Los países a donde solicitar adopciones cambian con el tiempo y es algo difícil de conocer en cada momento. Por entonces, y como cosa excepcional, por lo visto después, se abrió la posibilidad de solicitar adopciones en un país que nunca había ofrecido esa posibilidad antes, y pensando que las oportunidades hay que tomarlas como vienen, no se lo pensaron dos veces y comenzaron aquel complicado camino que les llevó por un montón de papeles y oficinas, cientos y cientos de correos electrónicos y cartas, y hasta tres visitas al pequeño pueblo de  Digsa y otras tantas a la capital Asmara, hasta que por fin, un triste y enjuto funcionario, de ojos y piel brillante, y una barba rala ensortijada, les puso un sello en el papel de la solicitud, con una sonrisa forzada, que les abrió las puertas para adoptar al bebé que las monjitas y el comisionado del pueblo decidieran.

Y fue él, un bebé de aproximadamente tres meses el que les esperaba. Era el más pequeño del orfelinato, llegado hacía un mes proveniente de una familia de los últimos refugiados que habían huido de Etiopía por la hambruna. Su madre había fallecido justo al llegar al pueblo tras el largo y fatigoso viaje y totalmente desnutrida. Era el pueblo de origen del padre, pero al llegar sin recursos, habiendo falleciendo la madre, y tan sólo con parientes lejanos que no querían hacerse cargo del niño, éste -su padre- no tuvo más remedio que dejarlo en el orfelinato y marchar triste a buscarse la vida. Una única cosa dejó el padre a su hijo, un nombre en el registro del orfelinato -Shima Mbata-.
Y aquel era el único dato que tenían los padres de Álvaro, respecto a su origen.
Después vinieron tres visitas más a Eritrea hasta que, por fin, un 21 de marzo del 2002, tras pasar el tribunal médico y el visto bueno del juez, Álvaro comenzó su segundo viaje en su corta vida, esta vez junto a sus nuevos padres hacía Madrid.
Toda aquella historia, su propia historia, desconocida para él hasta entonces, significó un nuevo descubrimiento para Álvaro, un descubrimiento tan impactante como aquel mundo abierto a través de un mapa encontrado en una playa de Almería.
Sus juegos, sus intereses, lo que aprendía en los Salesianos de Madrid, y hasta su propia historia, iban conformando en Álvaro una forma de ser y una apertura de miras ante la vida, que el mismo notaba diferente a los demás.
Contrariamente a lo que podía haber ocurrido, aquello no le hizo el "raro de la clase”, sino que aumenta a su capacidad de escuchar a los demás y le hacía más comunicativo.
Durante aquellos felices años entre los diez y catorce años, el interés por conocer todo lo referente a nuevos, pueblos, mundos y culturas, creó en Álvaro la necesidad de conocer otros idiomas que le permitieran leer libros, de otra forma inaccesibles. La aplicación en el estudio de otras lenguas fue tal, que asombraba a los profesores la facilidad con que aprendía. Las matemáticas no eran lo suyo, pero los idiomas y la lógica se le daban de fábula.
Sus padres estaban tan contentos con Álvaro que querían premiarle de alguna manera. Sin saber si sería una buena idea, sus padres le dieron a escoger:
- Álvaro, ¿Que te gustaría más, un viaje de una semana a Nueva York o al pueblo donde naciste?
La respuesta de Álvaro fue tan rápida y contundente como asombrosa para sus padres:
- Nueva York puede esperar, prefiero conocer mis orígenes por mí mismo.


III
Regreso a los orígenes
De los innumerables viajes que haría a lo largo de su vida, aquel fue el tercer viaje largo. No se sabe muy bien si por la adolescencia o por el impacto del viaje, el caso fue que el carácter de Álvaro se modificó algo, de forma que sin dejar de ser tan comunicativo como antes, se volvió bastante más reflexivo y algo introvertido, confiriéndole un punto de madurez y seriedad poco habitual para su edad.
Fueron siete días maravillosos y alucinantes para Álvaro. La llegada a aquella pequeña aldea, de donde salió con sólo unos meses, fue impactante. El calor, los olores, la naturaleza envolvente y las miradas de las gentes le causaban una impresión indescriptible, como la llegada a un mundo ignoto al mismo tiempo que la sensación de "déjà vu", una sensación de miedo a lo desconocido en un ambiente totalmente familiar.
En un paseo durante la tarde del primer día en la aldea, se dirigían a conocer el orfelinato. Eran los prolegómenos de una de las impresionantes puestas de sol africano, y el ambiente tenía algo de mágico, cuando pasaron por delante de la vieja iglesia copta del pueblo. Los padres de Álvaro se entretuvieron saludando a las monjitas que venían a recibirlos, cuando la mirada de un viejo patriarca que se asomaba a la puerta de la iglesia se cruzó con la mirada de Álvaro. Éste no pudo resistirse, y entró en la iglesia siguiendo al viejo patriarca.

Transcurrieron tan sólo unos minutos, pero sus padres comenzaron a preocuparse cuando lo perdieron de vista, aunque en aquella aldea no había peligro ninguno. Fue el mismo Álvaro quien, apareciendo poco después, explicó a sus padres que había estado hablando con el patriarca de la iglesia, porque hablaba perfectamente en inglés y les pidió permiso para volver a visitarle en cuanto pudiera.
Aquellos encuentros con el patriarca se repitieron cada tarde y fueron quizás parte fundamental del cambio de carácter y actitud de Álvaro. Aquel viejo sabio le explicó los fundamentos de su fe y religión, y algunas de sus costumbres. También le mostró algunos libros sagrados, que ni siquiera la gente de la aldea conocía y tenían siglos de antigüedad. Y le explicó algunas cosas de la antigua familia a la que pertenecía su padre biológico, aunque no conocía exactamente la rama de la familia que se trasladó a Addis Abeba, y de la que él provenía. No fue de extrañar que tras la segunda de aquellas visitas a la iglesia y ante el asombro de todos en la aldea, incluidos sus padres y las monjitas, Álvaro cruzara algunas palabras y cortas conversaciones con las gentes del lugar en su idioma.
Los días durante aquel viaje transcurrieron tan rápido como intensos, y la despedida fue también intensa y cargada de sentimientos. El viejo patriarca se despidió de Álvaro diciendo:
- ¡Gracias pequeño por tu visita! Sé que no volveremos a vernos, pero estos han sido unos días felices. Hacía tiempo que te esperaba sin saberlo. Ahora tienes que proseguir tu viaje, o mejor dicho tus múltiples viajes. No te preocupes si no puedes volver nunca más aquí, porque harás grande a tu pueblo y todos los pueblos por donde pases. ¡Gracias de nuevo, porque has hecho posible mi destino!
Sin comprender casi nada de aquellas palabras, Álvaro también le dio las gracias, y él y su familia se despidieron de todos en la aldea. Pocos meses después, ya en Madrid, recibieron carta de las monjitas de la aldea comunicándoles, entre otras cosas, el fallecimiento del patriarca y como este les pidió explícitamente que le escribieran para recordarle las palabras de su despedida y otras que le había dicho en sus encuentros:- "Aunque la mayoría de las veces el final del camino ya viene marcado por el primer paso, el viaje sin todos y cada uno del resto de ellos no adquiere su verdadero valor. Vive cada paso de tu viaje y recuerda que muchas veces la respuesta a tus preguntas está en el origen".

IV
La preparación
Los años posteriores, hasta los dieciocho, transcurrieron ricos en experiencias para Álvaro. Los cursos pasaron con éxito y buenas notas, sobre todo cuando le permitieron escoger el itinerario de humanidades. Y los veranos se completaron con sendos viajes a Londres y París, además de unas colonias de verano descubriendo fósiles en Atapuerca con algunos amigos del colegio. Así que, cuando llegó el momento de elegir, Álvaro lo tenía claro, y se matriculó en la Universidad para hacer Filología.
La vida en la Facultad transcurrió fácil y alegre durante los primeros años, de manera similar al colegio, pero pronto se dio cuenta de que todo estaba orientado a la enseñanza de los idiomas, y la vida académica llamaba poco la atención de Álvaro.
Aún durante aquellos primeros años de facultad, Álvaro aprovechó todas y cada una de las oportunidades para apuntarse a cualquier viaje que le surgiera, bien fuera con sus padres, por ejemplo de turismo a Kenya y Egipto, bien con los compañeros de facultad por la ruta de los Cátaros o la Selva Negra. Incluso convidó una semana a final de curso a su primo José a un viaje loco, ellos dos solos a Nueva York. A parte de alguna aventurilla por barrios poco recomendables, y sendos ligues sin más trascendencia, durante el viaje rememoraron viejos tiempos y Álvaro se sinceró con su primo acerca de sus orígenes y las conversaciones con el viejo patriarca copto, cosa que no había hecho con nadie y que afianzó una verdadera amistad de por vida entre ambos muchachos.
Afortunadamente hizo buenas migas con algunos profesores de la Complutense, a los que les gustaba la investigación, en el departamento de estudios hebreos y arameos  y el de filología eslava, que le convencieron para que solicitara un curso Erasmus, con estancias en las universidades de Londres y Amberes.
Durante el curso de esta beca Erasmus, Álvaro tuvo oportunidad de conocer compañeros de muchos países, con formas de pensar muy distintas y reacciones emocionales muy parecidas, con lo que algunas de las amistades de esa época se continuarían a lo largo de su vida. La mayoría de sus amistades también tenían relación con sus estudios y con el interés que en él mismo iba creciendo por las escrituras antiguas. Londres sobre todo le encantó, por su carácter de gran metrópoli del mundo anglosajón que aún conserva. Uno de estos amigos era, sin duda, Simon.
Simon Coubert era un canadiense, un año mayor que Álvaro, nacido y criado en Quebec y muy implicado en las reivindicaciones de la comunidad francesa en Canadá, aunque nada fundamentalista. Quizás por eso sintonizaron desde el primer momento en que cruzaron algunas palabras en la cafetería de la "School of Oriental and African Studies" de la Universidad de Londres.
Cuando llegó la hora de despedirse, tras los meses que pasaron juntos, ambos sabían, a ciencia cierta, que volverían a aquel sitio y trabajarían en algo verdaderamente interesante.
Por eso, no fue de extrañar que dos años después de obtener su titulo de Filología Inglesa, se decidieran ambos a apuntarse a un Máster en Descripción y Documentación del Lenguaje, del Departamento de Lingüística,  donde hicieron buenas migas con la "Convenor" Julia Sallabank -coordinadora-.
El año anterior, de todas formas no fue un "buen" año para Álvaro. Aparte de pasar su tiempo trabajando como profesor sustituto de inglés en un colegio privado, donde las clases le aburrían y sólo el interés de algún alumno le motivaba, poco después del verano falleció su madre por causa de lo que llaman "una desgraciada enfermedad" del pulmón que rápidamente se la llevó. Fue un duro golpe para Álvaro y su padre, y ambos se refugiaron en el trabajo. Desde entonces, aunque seguían queriéndose como verdaderos padre e hijo, la relación entre ambos cambió algo, y sea por la muerte de su madre o por la madurez de Álvaro se hizo algo más esporádica y distante.
No es que se hiciera más agrio, pero el carácter del muchacho cambió algo y se hizo más introspectivo. Intentó refugiarse en el trabajo, pero la docencia no era lo suyo. Por eso, antes de que acabara el curso se despidió del colegio y llamó a su primo José, para pedirle si podía pasar unos días con él en el pueblo. Necesitaba un tiempo para reflexionar y plantearse que quería hacer con su vida.
Su primo se había convertido en un gigantón de casi dos metros, y alistado en la Armada Española, estaba destinado en los cuerpos especiales de salvamento del Centro de Buceo y Escuela de Buceo de la Armada. Además, pasaba todo su tiempo libre como monitor y "alma mater" del club de submarinismo del pueblo vecino en la costa.
Álvaro conocía de las actividades de su primo, pero no imaginaba su dedicación y el espíritu contagioso que le imprimía. Así que se vio arrastrado por el entusiasmo de su primo y se inició en el mundo del submarinismo. Era evidente que sus condiciones físicas y su complexión no eran las más adecuadas, pero el entusiasmo de su primo y las ganas con que emprendía todos sus retos permitieron a Álvaro disfrutar de alguno de los paisajes submarinos más increíbles de la costa del Mediterráneo.
Sólo transcurrieron dos meses, pero no se podía creer lo que había mejorado su condición física con el mar y la vida en el pueblo. Lo que también mejoró fue su determinación y claridad de ideas. Entonces tuvo claro que debía contactar de nuevo con su amigo Simon y proponerle volver juntos a Londres a realizar un Máster.


V
La nueva conocida
Parecía que Simon estuviera esperando la llamada de su amigo, por que rápidamente contactó con Julia Sallabank y arregló todo para matricularse en los meses de verano.
Cuando llegó al aeropuerto de Heathrow, su amigo Simon le esperaba con una sorpresa, pues le acompañaba una chica que le presentó como Hannuk Rich y cuya presencia, sin saber por qué, le puso muy nervioso.
Hannuk era una chica más bien bajita y no delgada, de piel muy blanca y rasgos orientales. -al lado de Simon, era todo un contraste-, su mirada era penetrante pero trasmitía a la vez una paz y dulzura que llamó la atención de Álvaro desde el primer momento.
Resultó que los tres iban a ser compañeros durante el Máster y compartirían un piso de estudiantes en Euston Road. Poco a poco se fueron conociendo y congeniando, y comprendió Álvaro porqué Hannuk era tan diferente y exótica a su vista.
Hannuk era canadiense como Simon, y aunque vivía en la ciudad de Quebec, su familia provenía de North West River junto al lago Melville en el Labrador. Hannuk pertenecía a la Nación Innu, aborígenes de NewfoundlandTerranova– y la Península del Labrador.
Como el resto de sus parientes, Hannuk era muy celosa de guardar sus tradiciones y estaba muy implicada en la lucha para conservar la identidad de su pueblo.
Como en tantos otros pueblos aborígenes de la América precolombina, sus leyendas y tradiciones, su cultura en fin, se transmitía oralmente. Pero las nuevas generaciones han asumido el reto de dejar constancia de su cultura, nos sólo escrita, si no a través de las nuevas tecnologías de comunicación. Y éste era un punto al que Hannuk había decidido dedicar su vida. Desde jovencita se entusiasmaba con los relatos de su abuela y después de la escuela los escribía para conservarlos. Así había recopilado una gran cantidad de información sobre sus antepasados más recientes, e incluso creado escuela entre algunos de sus compañeros de la secundaria. De ahí a investigar por su cuenta sobre documentos más antiguos tanto en Canadá como en los Estados Unidos fue todo uno, y casi sin darse cuenta se había convertido junto a grupo de compañeros, de su mismo pueblo, en el germen de un grupo activista bien organizado reivindicando los derechos y cultura de su pueblo. E incluso difundiendo lo a través de radio, páginas web y otros medios habituales.
Por todas estas razones no fue extraño que Hannuk pretendiese desarrollar toda su actividad intelectual en la Universidad de Quebec en Montreal, donde  conoció a Simon.
Pero no fueron pocos los problemas que tuvo que afrontar en su paso por el Departamento  de Lingüística primero, y de Historia después, pues era escaso el interés de los jefes de departamento y profesores por ayudarla a estudiar mejor la lengua y cultura de su pueblo, llegando a algún enfrentamiento personal que pudo salvar gracias a su excelente expediente académico.
Una de las leyendas más curiosas que se conservaban en la familia de Hannuk era la participación de algunos de sus antepasados más antiguos en los contactos con las gentes de Leif Eriksson, líder vikingo, hijo de Erik el Rojo, que junto con unos 160 vikingos más se aventuró, poco antes de año 1000, por las costas de la península del Labrador y Terranova, siguiendo los relatos de otro navegante vikingo que les precedió  -Bjarni Herjólfsson-.
Esta leyenda constituía una de las tradiciones orales mejor conservadas en la familia de Hannuk y en cierta manera marcó su actitud reivindicativa y su interés por la antropología y recuperar su lengua. La leyenda familiar incluía, incluso, la existencia de contactos íntimos con los vikingos. Y aunque nunca confirmado, narraba que una de las hijas del jefe de la tribu entonces, antecesor de Hannuk, había tenido un hijo con uno de los lugartenientes de Thorfinn Karlsefni, acompañante de Leif Eriksson, que fundó un poblado en las tierras de los antecesores de los Innu. Sin embargo, tras los graves enfrentamientos con los vikingos de aquel poblado, aquella descendencia se ocultó a todos, excepto en los genes. Quizás ello explique porque algunos Innu  muy raramente tienen ojos azules.
Hannuk afirmaba que aquellos contactos con los vikingos dejaron más huella en las tradiciones y vida de su pueblo, reflejando se incluso en algunas palabras de su lengua que tenían gran similitud con el lenguaje nórdico antiguo, que dio lugar después a todas las lenguas escandinavas, y que utilizaba el futhark joven como escritura rúnica.
Y este era el verdadero motivo por el que Hannuk había cambiado sus estudios en la Universidad de Quebec por los de la Universidad de Londres. Pretendía realizar su tesis doctoral sobre la influencia del lenguaje nórdico antiguo sobre las lenguas aborígenes de las tierras del Labrador y Terranova. Así lo presentó, argumento y defendió en la solicitud que presentó el año anterior, en el Departamento de Lingüística de la Escuela de  
(continuará...)


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