I
El hallazgo
Álvaro era un niño normal de
nueve años. Es verdad que el color de su piel era oscuro, porque sus padres lo
habían adoptado cuando era un bebé en Eritrea, pero siempre había
vivido en Madrid,
y su memoria y su vida pertenecían a allí.
Aquella mañana la había pasado,
como otras tantas de aquel verano, en la playa, y cuando volvía hacía el chalet
de la urbanización donde veraneaba con sus padres, caminando por la arena
cabizbajo, cansado de hacer hoyos infinitos en la arena y luchar toda la mañana
con las olas, se topó con algo blanco y reluciente entre una de las matas que
al borde de la playa crecen y mantienen la arena en su lucha con el agua. Era
un papel blanco bien doblado en dos veces, y Álvaro no pudo resistirse a
recogerlo con cuidado. Lo desdobló y ante sus ojos apareció un mapa impreso de
un lugar extraño que no podía reconocer. Había muchas islas con nombres
extraños, -algunos de ellos en inglés-, nombres de tierras como "Red Land" y mares como
"Summer Sea".
Todo ello bajo un titulo que se leía "A song of ice and fire".
Y un subtitulo, que en inglés, ponía "Mapa del mundo conocido v.
6.0".
Todo aquello despertaba su
curiosidad, y por más vueltas que le daba no lograba ubicar todo lo que allí
aparecía con nada de lo que él había estudiado en "Conocimiento
del medio". Mientras se duchaba después de la playa o mientras estuvo
comiendo, su mente le transportaba a las ciudades que había visto marcadas en
el mapa, pero cuyos nombres no lograba distinguir. Algunas porque el nombre
impreso lo estaba en una letra demasiado pequeña y otras porque eran nombres
extraños, como de alguna lengua del norte, escandinava o algo así, pensaba él.
Quiso comentarlo con sus padres,
pero algo en su interior le decía que tenía que descubrirlo por sí mismo. Sin
duda que no se trataba de ningún mapa de un tesoro, porque el papel era
reciente y hecho con una impresora láser, pero quiso mantener el secreto hasta
descubrir algo por sí mismo.
Aquella tarde tenía que ir con sus padres a visitar a unos parientes a un pueblo cercano, lo cual no le apetecía mucho, pero se acordó de que estaría su primo José, dos años mayor que él, a quien no veía desde hacía dos veranos. Casi en cuanto llegaron y tuvo la primera oportunidad, no se cortó un pelo, y le pidió a su primo que le dejara buscar algo en el ordenador. Su primo le miró extrañado, pensando que no le apetecía gastar su tiempo de esa tarde con aquel pequeñajo, haciendo cosas del cole, por lo que con aire de superioridad le dijo que no, que él no quería perder el tiempo en cosas aburridas y que prefería jugar al fútbol, a no ser que le dijera que es lo que quería buscar.
Aquella tarde tenía que ir con sus padres a visitar a unos parientes a un pueblo cercano, lo cual no le apetecía mucho, pero se acordó de que estaría su primo José, dos años mayor que él, a quien no veía desde hacía dos veranos. Casi en cuanto llegaron y tuvo la primera oportunidad, no se cortó un pelo, y le pidió a su primo que le dejara buscar algo en el ordenador. Su primo le miró extrañado, pensando que no le apetecía gastar su tiempo de esa tarde con aquel pequeñajo, haciendo cosas del cole, por lo que con aire de superioridad le dijo que no, que él no quería perder el tiempo en cosas aburridas y que prefería jugar al fútbol, a no ser que le dijera que es lo que quería buscar.
Álvaro se lo pensó unos segundos,
y después se lo contó, no sin antes decirle que era un secreto y que le había
de prometer que no lo diría. Aquello funcionó y atrajo la atención de su primo.
Álvaro sacó del bolsillo el mapa y se lo enseñó, diciendo:
- Quiero buscar las palabras que aparecen en este mapa, para
saber de donde es.
- Ah! Guay, esto lo podemos hacer con el Google.
¡No se esperaban ellos todo lo
que encontrarían! Fue escribir en el buscador el titulo en inglés que aparecía
en el mapa, y aparecieron miles de páginas relacionadas. Comenzaron a descifrar
algunas de las páginas con lo que ambos sabían de inglés y todo un mundo nuevo
se les abrió delante de ellos. Enseguida dedujeron que se trataba de una nueva
series de novelas juveniles de fantasía, que estaban haciendo furor en
Norteamérica y todo el mundo de habla inglesa. Sin duda el mapa lo había
perdido algún chaval extranjero que estaba leyendo alguno de los libros de la
serie y se había impreso el mapa.
Resultaba ser una obra de un
autor americano llamado George R.R. Martín,
que en las fotos aparecía como un viejo con aspecto bondadoso, como de pescador
con su barba blanca y su gorra, alguien que ya de entrada, da la impresión de
saber muchas historias.
Se ve que el dicho George había
comenzado a escribir en 1991 una serie de novelas, que en principio iba a ser
una trilogía y luego se había convertido en cinco libros de aventuras de un
mundo fantástico de otra época y tierra imaginarias, con especies diferentes de
los Hombres, como los Niños de los Bosques, y los temibles Otros.
Impresionantes historias transcurrían a través de miles de años, con cientos de
personajes. Además habían hecho una serie de televisión, que justo eses año
estaba siendo una de las más vistas en Estados Unidos, y que había ganado no sé
cuantos premios “Emmy” ese año. También habían hecho un videojuego con el
mismo nombre de la serie de televisión "Game of Thrones"
y juegos de rol.
A medida que avanzaban en su
descubrimiento y leían más sobre todo aquello, más impresionados y enganchados
al ordenador estaban los dos chicos. José era el más excitado, pero Álvaro
tampoco parpadeaba delante de la pantalla. Intentaron encontrar alguno de los
libros, pero sólo encontraron algunos textos parciales en inglés, que lo único
que hacían era excitar aún más su curiosidad. Consiguieron ver algunas imágenes
de la serie de televisión y de los juegos, y les parecía increíble.
- ¿Como no sabíamos nada de esto
hasta ahora? -se preguntaban ambos niños-. ¡Si esto le da mil vueltas a Harry Potter
y al Señor de los Anillos
juntos!, -aseguraba José.
Cuando llevaban bastante rato
ante el ordenador, oyeron las voces de sus padres, que los reclamaban, porque
parecía que la visita se había acabado.
Había sido la segunda vez que
José y Álvaro se habían visto, pero esta vez había sido sin duda mucho más
divertida,... ¡se lo habían pasado de fábula!
Los dos niños se despidieron
deseando volver a verse pronto, y prometiendo que se escribirían contándose si
habían conseguido los juegos de "Game of Thrones" y si avanzaban en los niveles.
II
La educación
Tras las vacaciones, durante los
pocos días antes del curso y durante todo el primer trimestre, no eran pocos
los momentos del día que Álvaro se quedaba ensimismado, pensando en viajes por
ese mundo imaginario que había conocido, o recordando lo que había leído en
internet sobre ello. Pero ello no quería decir que sólo pensara en ello y se
olvidara de lo demás. Álvaro era muy consciente de que si quería los juegos, e
ir a ver las "pelis" había de estudiar y aplicarse a fondo aquel
curso.
En el "cole", Álvaro
aprovechaba cualquier oportunidad para contar las cosas que aprendía sobre
"Game of Thrones"
a sus compañeros de clase. Su entusiasmo era tan contagioso, que durante un
tiempo se puso de moda en todo el colegio hablar de aquel juego en la hora del
patio. Pero como los juegos no estaban a la venta aún e España, pronto se pasó
aquella moda, como otras tantas modas en el "cole".
Pero todo esto no desanimaba a
Álvaro. Por el contrario, se enteró que para Navidad saldría el primer juego a
la venta, y estaba totalmente decidido a que se lo trajeran los Reyes Magos de
aquel año. Así que se comportó lo mejor posible y estudió hasta conseguir las
mejores notas que nuca había sacado.
Y así fue como, efectivamente,
consiguió no sólo uno si no todos los juegos y libros de la saga. ¡Y como
disfrutó leyendo y viviendo aquellas aventuras, navegando por el mar de
Schvering y el mar de Jade, defendiendo las Ciudades Libres y luchando contra
los Otros, e incluso adentrándose en las Tierras de las Sombras, y las Tierras
del Invierno Perpetuo.
Pero si aquello era divertido e
interesante, vivir todas aquellas aventuras y verlas en la tele o en el cine le
aportaron algo de más valor aún.... El interés por descubrir y aprender de
nuevas culturas y civilizaciones. Para Álvaro cada vez adquiría mayor
importancia conocer como de diferente era la forma de vivir y las costumbres de
otras gentes y otros pueblos.
Así fue, como cada vez hacía más
preguntas a sus padres sobre su país de origen, un mundo totalmente desconocido
para él.
Ante las primeras preguntas de
donde provenía, sus padres comprendieron que había llegado el momento que
sabían que un día llegaría. Fue entonces cuando le contaron como viendo que se
hacían mayores y no podían tener hijos pese a intentarlo, tomaron la decisión de
adoptar un niño, que después de un largo peregrinar de dieciocho meses resultó
se él.
Le contaron como buscaron una
asociación formada por otros padres que anteriormente habían pasado por aquello
y se dedicaban a asesorar a quien, como ellos, querían adoptar algún niño. Los
países a donde solicitar adopciones cambian con el tiempo y es algo difícil de
conocer en cada momento. Por entonces, y como cosa excepcional, por lo visto
después, se abrió la posibilidad de solicitar adopciones en un país que nunca había
ofrecido esa posibilidad antes, y pensando que las oportunidades hay que
tomarlas como vienen, no se lo pensaron dos veces y comenzaron aquel complicado
camino que les llevó por un montón de papeles y oficinas, cientos y cientos de
correos electrónicos y cartas, y hasta tres visitas al pequeño pueblo de Digsa y
otras tantas a la capital Asmara,
hasta que por fin, un triste y enjuto funcionario, de ojos y piel brillante, y
una barba rala ensortijada, les puso un sello en el papel de la solicitud, con
una sonrisa forzada, que les abrió las puertas para adoptar al bebé que las
monjitas y el comisionado del pueblo decidieran.
Y fue él, un bebé de
aproximadamente tres meses el que les esperaba. Era el más pequeño del
orfelinato, llegado hacía un mes proveniente de una familia de los últimos
refugiados que habían huido de Etiopía por la hambruna. Su madre había
fallecido justo al llegar al pueblo tras el largo y fatigoso viaje y totalmente
desnutrida. Era el pueblo de origen del padre, pero al llegar sin recursos,
habiendo falleciendo la madre, y tan sólo con parientes lejanos que no querían
hacerse cargo del niño, éste -su padre- no tuvo más remedio que dejarlo en el
orfelinato y marchar triste a buscarse la vida. Una única cosa dejó el padre a
su hijo, un nombre en el registro del orfelinato -Shima Mbata-.
Y aquel era el único dato que tenían los padres de Álvaro,
respecto a su origen.
Después vinieron tres visitas más
a Eritrea hasta que, por fin, un 21 de marzo del 2002, tras pasar el tribunal
médico y el visto bueno del juez, Álvaro comenzó su segundo viaje en su corta
vida, esta vez junto a sus nuevos padres hacía Madrid.
Toda aquella historia, su propia
historia, desconocida para él hasta entonces, significó un nuevo descubrimiento
para Álvaro, un descubrimiento tan impactante como aquel mundo abierto a través
de un mapa encontrado en una playa de Almería.
Sus juegos, sus intereses, lo que
aprendía en los Salesianos de
Madrid, y hasta su propia historia, iban conformando en Álvaro una forma de ser
y una apertura de miras ante la vida, que el mismo notaba diferente a los
demás.
Contrariamente a lo que podía
haber ocurrido, aquello no le hizo el "raro de la clase”, sino que aumenta
a su capacidad de escuchar a los demás y le hacía más comunicativo.
Durante aquellos felices años
entre los diez y catorce años, el interés por conocer todo lo referente a
nuevos, pueblos, mundos y culturas, creó en Álvaro la necesidad de conocer
otros idiomas que le permitieran leer libros, de otra forma inaccesibles. La
aplicación en el estudio de otras lenguas fue tal, que asombraba a los
profesores la facilidad con que aprendía. Las matemáticas no eran lo suyo, pero
los idiomas y la lógica se le daban de fábula.
Sus padres estaban tan contentos
con Álvaro que querían premiarle de alguna manera. Sin saber si sería una buena
idea, sus padres le dieron a escoger:
- Álvaro, ¿Que te gustaría más,
un viaje de una semana a Nueva York o al pueblo donde naciste?
La respuesta de Álvaro fue tan rápida y contundente como
asombrosa para sus padres:
- Nueva York puede esperar, prefiero conocer mis orígenes
por mí mismo.
III
Regreso a los
orígenes
De los innumerables viajes que
haría a lo largo de su vida, aquel fue el tercer viaje largo. No se sabe muy
bien si por la adolescencia o por el impacto del viaje, el caso fue que el
carácter de Álvaro se modificó algo, de forma que sin dejar de ser tan
comunicativo como antes, se volvió bastante más reflexivo y algo introvertido,
confiriéndole un punto de madurez y seriedad poco habitual para su edad.
Fueron siete días maravillosos y
alucinantes para Álvaro. La llegada a aquella pequeña aldea, de donde salió con
sólo unos meses, fue impactante. El calor, los olores, la naturaleza envolvente
y las miradas de las gentes le causaban una impresión indescriptible, como la
llegada a un mundo ignoto al mismo tiempo que la sensación de "déjà vu", una sensación de
miedo a lo desconocido en un ambiente totalmente familiar.
En un paseo durante la tarde del
primer día en la aldea, se dirigían a conocer el orfelinato. Eran los
prolegómenos de una de las impresionantes puestas de sol africano, y el ambiente
tenía algo de mágico, cuando pasaron por delante de la vieja iglesia copta del pueblo.
Los padres de Álvaro se entretuvieron saludando a las monjitas que venían a
recibirlos, cuando la mirada de un viejo patriarca que se asomaba a la puerta
de la iglesia se cruzó con la mirada de Álvaro. Éste no pudo resistirse, y
entró en la iglesia siguiendo al viejo patriarca.
Transcurrieron tan sólo
unos minutos, pero sus padres comenzaron a preocuparse cuando lo perdieron de
vista, aunque en aquella aldea no había peligro ninguno. Fue el mismo Álvaro
quien, apareciendo poco después, explicó a sus padres que había estado hablando
con el patriarca de la iglesia, porque hablaba perfectamente en inglés y les
pidió permiso para volver a visitarle en cuanto pudiera.
Los días durante aquel
viaje transcurrieron tan rápido como intensos, y la despedida fue también
intensa y cargada de sentimientos. El viejo patriarca se despidió de Álvaro
diciendo:
- ¡Gracias pequeño por tu visita!
Sé que no volveremos a vernos, pero estos han sido unos días felices. Hacía
tiempo que te esperaba sin saberlo. Ahora tienes que proseguir tu viaje, o
mejor dicho tus múltiples viajes. No te preocupes si no puedes volver nunca más
aquí, porque harás grande a tu pueblo y todos los pueblos por donde pases. ¡Gracias
de nuevo, porque has hecho posible mi destino!
Sin comprender casi nada de
aquellas palabras, Álvaro también le dio las gracias, y él y su familia se
despidieron de todos en la aldea. Pocos meses después, ya en Madrid, recibieron
carta de las monjitas de la aldea comunicándoles, entre otras cosas, el
fallecimiento del patriarca y como este les pidió explícitamente que le
escribieran para recordarle las palabras de su despedida y otras que le había
dicho en sus encuentros:- "Aunque la mayoría de las
veces el final del camino ya viene marcado por el primer paso, el viaje sin
todos y cada uno del resto de ellos no adquiere su verdadero valor. Vive cada
paso de tu viaje y recuerda que muchas veces la respuesta a tus preguntas está
en el origen".
IV
La preparación
Los años posteriores, hasta los
dieciocho, transcurrieron ricos en experiencias para Álvaro. Los cursos pasaron
con éxito y buenas notas, sobre todo cuando le permitieron escoger el
itinerario de humanidades. Y los veranos se completaron con sendos viajes a Londres y París, además de unas
colonias de verano descubriendo fósiles en Atapuerca
con algunos amigos del colegio. Así que, cuando llegó el momento de elegir,
Álvaro lo tenía claro, y se matriculó en la Universidad
para hacer Filología.
La vida en la Facultad transcurrió fácil y
alegre durante los primeros años, de manera similar al colegio, pero pronto se
dio cuenta de que todo estaba orientado a la enseñanza de los idiomas, y la
vida académica llamaba poco la atención de Álvaro.
Aún durante aquellos primeros
años de facultad, Álvaro aprovechó todas y cada una de las oportunidades para
apuntarse a cualquier viaje que le surgiera, bien fuera con sus padres, por
ejemplo de turismo a Kenya y Egipto, bien con los compañeros
de facultad por la ruta de los Cátaros
o la Selva Negra.
Incluso convidó una semana a final de curso a su primo José a un viaje loco,
ellos dos solos a Nueva York. A parte de alguna aventurilla por barrios poco
recomendables, y sendos ligues sin más trascendencia, durante el viaje
rememoraron viejos tiempos y Álvaro se sinceró con su primo acerca de sus
orígenes y las conversaciones con el viejo patriarca copto, cosa que no había
hecho con nadie y que afianzó una verdadera amistad de por vida entre ambos
muchachos.
Afortunadamente hizo buenas migas
con algunos profesores de la Complutense, a
los que les gustaba la investigación, en el departamento
de estudios hebreos y arameos y el
de filología
eslava, que le convencieron para que solicitara un curso Erasmus, con
estancias en las universidades de Londres y
Amberes.
Durante el curso de esta beca
Erasmus, Álvaro tuvo oportunidad de conocer compañeros de muchos países, con
formas de pensar muy distintas y reacciones emocionales muy parecidas, con lo
que algunas de las amistades de esa época se continuarían a lo largo de su
vida. La mayoría de sus amistades también tenían relación con sus estudios y
con el interés que en él mismo iba creciendo por las escrituras antiguas.
Londres sobre todo le encantó, por su carácter de gran metrópoli del mundo
anglosajón que aún conserva. Uno de estos amigos era, sin duda, Simon.
Simon Coubert era un canadiense,
un año mayor que Álvaro, nacido y criado en Quebec y muy implicado en las
reivindicaciones de la comunidad francesa en Canadá, aunque nada
fundamentalista. Quizás por eso sintonizaron desde el primer momento en que
cruzaron algunas palabras en la cafetería
de la "School of Oriental and African
Studies" de la Universidad de Londres.
Cuando llegó la hora de
despedirse, tras los meses que pasaron juntos, ambos sabían, a ciencia cierta,
que volverían a aquel sitio y trabajarían en algo verdaderamente interesante.
Por eso, no fue de extrañar que
dos años después de obtener su titulo de Filología Inglesa, se decidieran ambos
a apuntarse a un Máster en
Descripción y Documentación del Lenguaje, del Departamento de
Lingüística, donde hicieron buenas migas
con la "Convenor" Julia
Sallabank -coordinadora-.
El año anterior, de todas formas
no fue un "buen" año para Álvaro. Aparte de pasar su tiempo trabajando
como profesor sustituto de inglés en un colegio privado, donde las clases le
aburrían y sólo el interés de algún alumno le motivaba, poco después del verano
falleció su madre por causa de lo que llaman "una desgraciada
enfermedad" del pulmón que rápidamente se la llevó. Fue un duro golpe para
Álvaro y su padre, y ambos se refugiaron en el trabajo. Desde entonces, aunque
seguían queriéndose como verdaderos padre e hijo, la relación entre ambos
cambió algo, y sea por la muerte de su madre o por la madurez de Álvaro se hizo
algo más esporádica y distante.
No es que se hiciera más agrio,
pero el carácter del muchacho cambió algo y se hizo más introspectivo. Intentó
refugiarse en el trabajo, pero la docencia no era lo suyo. Por eso, antes de
que acabara el curso se despidió del colegio y llamó a su primo José, para
pedirle si podía pasar unos días con él en el pueblo. Necesitaba un tiempo para
reflexionar y plantearse que quería hacer con su vida.
Su primo se había convertido en
un gigantón de casi dos metros, y alistado en la Armada
Española, estaba destinado en los cuerpos especiales de salvamento del Centro
de Buceo y Escuela de Buceo de la Armada. Además, pasaba todo su tiempo
libre como monitor y "alma mater" del club de submarinismo del pueblo
vecino en la costa.
Álvaro conocía de las actividades
de su primo, pero no imaginaba su dedicación y el espíritu contagioso que le
imprimía. Así que se vio arrastrado por el entusiasmo de su primo y se inició
en el mundo del submarinismo. Era evidente que sus condiciones físicas y su
complexión no eran las más adecuadas, pero el entusiasmo de su primo y las
ganas con que emprendía todos sus retos permitieron a Álvaro disfrutar de
alguno de los paisajes submarinos más increíbles de la costa del Mediterráneo.
Sólo transcurrieron dos meses,
pero no se podía creer lo que había mejorado su condición física con el mar y
la vida en el pueblo. Lo que también mejoró fue su determinación y claridad de
ideas. Entonces tuvo claro que debía contactar de nuevo con su amigo Simon y
proponerle volver juntos a Londres a realizar un Máster.
V
La nueva conocida
Parecía que Simon estuviera
esperando la llamada de su amigo, por que rápidamente contactó con Julia
Sallabank y arregló todo para matricularse en los meses de verano.
Cuando llegó al aeropuerto de Heathrow, su amigo
Simon le esperaba con una sorpresa, pues le acompañaba una chica que le
presentó como Hannuk Rich y cuya presencia, sin saber por qué, le puso muy
nervioso.
Hannuk era una chica más bien
bajita y no delgada, de piel muy blanca y rasgos orientales. -al lado de Simon,
era todo un contraste-, su mirada era penetrante pero trasmitía a la vez una
paz y dulzura que llamó la atención de Álvaro desde el primer momento.
Resultó que los tres iban a ser
compañeros durante el Máster y compartirían un piso de estudiantes en Euston
Road. Poco a poco se fueron conociendo y congeniando, y comprendió Álvaro
porqué Hannuk era tan diferente y exótica a su vista.
Hannuk era canadiense como Simon,
y aunque vivía en la ciudad
de Quebec, su familia
provenía de North West
River junto al lago
Melville en el Labrador.
Hannuk pertenecía a la Nación Innu,
aborígenes de Newfoundland
–Terranova– y la Península del
Labrador.
Como el resto de sus parientes,
Hannuk era muy celosa de guardar sus tradiciones y estaba muy implicada en la
lucha para conservar la identidad de su pueblo.
Como en tantos otros pueblos
aborígenes de la América precolombina, sus leyendas y tradiciones, su cultura
en fin, se transmitía oralmente. Pero las nuevas generaciones han asumido el
reto de dejar constancia de su cultura, nos sólo escrita, si no a través de las
nuevas tecnologías de comunicación. Y éste era un punto al que Hannuk había
decidido dedicar su vida. Desde jovencita se entusiasmaba con los relatos de su
abuela y después de la escuela los escribía para conservarlos. Así había
recopilado una gran cantidad de información sobre sus antepasados más
recientes, e incluso creado escuela entre algunos de sus compañeros de la
secundaria. De ahí a investigar por su cuenta sobre documentos más antiguos
tanto en Canadá como en los Estados Unidos fue todo uno, y casi sin darse
cuenta se había convertido junto a grupo de compañeros, de su mismo pueblo, en
el germen de un grupo
activista bien organizado reivindicando los derechos y cultura de su
pueblo. E incluso difundiendo lo a través de radio,
páginas web y otros medios
habituales.
Por todas estas razones no fue
extraño que Hannuk pretendiese desarrollar toda su actividad intelectual en la
Universidad de Quebec en Montreal, donde
conoció a Simon.
Pero no fueron pocos los
problemas que tuvo que afrontar en su paso por el Departamento de Lingüística primero, y de Historia después, pues era escaso el
interés de los jefes de departamento y profesores por ayudarla a estudiar mejor
la lengua y cultura de su pueblo, llegando a algún enfrentamiento personal que
pudo salvar gracias a su excelente expediente académico.
Una de las leyendas más curiosas
que se conservaban en la familia de Hannuk era la participación de algunos de
sus antepasados más antiguos en los contactos con las gentes de Leif Eriksson, líder
vikingo, hijo de Erik el
Rojo, que junto con unos 160 vikingos más se aventuró, poco antes de año
1000, por las costas de la península del Labrador y Terranova, siguiendo los
relatos de otro navegante vikingo que les precedió -Bjarni Herjólfsson-.
Esta leyenda constituía una de las tradiciones orales mejor conservadas en la familia de Hannuk y en cierta manera marcó su actitud reivindicativa y su interés por la antropología y recuperar su lengua. La leyenda familiar incluía, incluso, la existencia de contactos íntimos con los vikingos. Y aunque nunca confirmado, narraba que una de las hijas del jefe de la tribu entonces, antecesor de Hannuk, había tenido un hijo con uno de los lugartenientes de Thorfinn Karlsefni, acompañante de Leif Eriksson, que fundó un poblado en las tierras de los antecesores de los Innu. Sin embargo, tras los graves enfrentamientos con los vikingos de aquel poblado, aquella descendencia se ocultó a todos, excepto en los genes. Quizás ello explique porque algunos Innu muy raramente tienen ojos azules.
Esta leyenda constituía una de las tradiciones orales mejor conservadas en la familia de Hannuk y en cierta manera marcó su actitud reivindicativa y su interés por la antropología y recuperar su lengua. La leyenda familiar incluía, incluso, la existencia de contactos íntimos con los vikingos. Y aunque nunca confirmado, narraba que una de las hijas del jefe de la tribu entonces, antecesor de Hannuk, había tenido un hijo con uno de los lugartenientes de Thorfinn Karlsefni, acompañante de Leif Eriksson, que fundó un poblado en las tierras de los antecesores de los Innu. Sin embargo, tras los graves enfrentamientos con los vikingos de aquel poblado, aquella descendencia se ocultó a todos, excepto en los genes. Quizás ello explique porque algunos Innu muy raramente tienen ojos azules.
Hannuk
afirmaba que aquellos contactos con los vikingos dejaron más huella en las
tradiciones y vida de su pueblo, reflejando se incluso en algunas palabras de
su lengua que tenían gran similitud con el lenguaje nórdico antiguo, que dio
lugar después a todas las lenguas escandinavas, y que utilizaba el futhark joven como
escritura rúnica.
Y
este era el verdadero motivo por el que Hannuk había cambiado sus estudios en
la Universidad de Quebec por los de la Universidad
de Londres. Pretendía realizar su tesis doctoral sobre la influencia del
lenguaje nórdico antiguo sobre las lenguas aborígenes de las tierras del Labrador y Terranova.
Así lo presentó, argumento y defendió en la solicitud que presentó el año
anterior, en el Departamento de Lingüística de la Escuela de
(continuará...)
Álvaro y las piedras de Akraberg por Jesús Almeda Ortega se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.
Basada en una obra en http://unsencilloespectador.blogspot.com.es/p/blog-page.html.
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