lunes, 10 de septiembre de 2012

Homo playensis, humedales y la tortuga mora.


He de confesar que, pese a que mis orígenes se derivan por largas generaciones de serranías y valles interiores, he venido en dar un “homo playensis” más durante el periodo estival, (más correctamente “Homo in litore”); y como tal me reivindico completa y adecuadamente ataviado: gorra de tela y visera para proteger la calva del feroz Lorenzo, camiseta de diseño ultrapasado de buen algodón, que aunque descolorida resiste innumerables y incesantes lavados, toalla de cuerpo entero con vivos colores para marcar y señalar bien el territorio de reposo a la orilla del mar, silla plegable más o menos ergonómica para adecuar el cuerpo a la lectura y contemplación, bañador también de colores y diseños tropicales o a tono con el ambiente que permita amplios movimientos, amplia sombrilla de tela recia que evite bien los rayos solares y por tanto suficientemente descolorida, chanclas de fácil quita y pon con una sola banda, sin esas molestas sujeciones interdigitales, y finalmente el libro de temporada o en su defecto el ipad o notebook bien cargado con la larga serie de libros inacabados por leer.

Pero aunque el destino playero parezca un contrasentido, resultante de una artificiosa evolución de nuestra especie, las playas en si tienen su encanto y no són sólo ese límite entre el agua del mar y la arena o otros sedimentos como afirman wikipedia o el diccionario de la Real Academia Española.
Cada año aparecen poco antes de verano encuestas y noticias explicando que la gran mayoría prefiere veranear en las playas. También se nos recuerda lo afortunados que somos al tener más de 3000 playas en 7500 km de costa en nuestro país. Y la cantidad de playas que compiten y alcanzan la categoría de bandera azul cada año, pudiéndolas visitar on line, con la relación de casi 400 playas que en 2012 han conseguido esta calificación o galardón.

Pero con tanta cantidad y calidad en playas, quisiera llamar también la atención sobre su diversidad, pues no tienen mucho que ver la Platga Gran de Tossa de Mar, la Playa de Rodas en Vigo, o la Playa de Punta Umbría en Huelva. Pese al mayor o menor grado de urbanismo que soportan, las buenas playas constituyen o han de constituir ecosistemas propios, como se dice ahora, auto-sostenibles -equilibrados-. La playa en la que he veraneado este año como en anteriores, situada en el levante almeriense, no tiene nada que envidiar a todas ellas y he aprovechado mi periodo de descanso para conocerla un poco mejor.

Pese a que ha sufrido agresiones en el pasado que denunciaron grupos ecologistas, me agrada ver que conserva  su vegetación de playa, con sus  cardos (Eryngium maritimum), tarajales, carrizales, juncadales (Juncus sp.) y matorral de almajo o sosa alacranera (Arthrocnemum macrostachyum). Que con muy poquita dedicación he podido conocer y fotografiar, y que según ecologistas de la zona preservan la calidad y anchura de más de 50 metros de la playa.


Y a muy poquitos metros se puede disfrutar de la contemplación de uno de los pequeños humedales de la provincia, la Laguna o desembocadura del rio Antas, pequeña reserva natural concertada de la Unión Europea, desde 1996, de no más de 12 hectáreas de extensión, que además de la vegetación acoge y ofrece, a la vista del bañista, fauna autóctona y de migración interesantísima.











Con fauna, no me refiero a los surfistas, parapentistas y ultraligeros que nos envolvían cada día, si no a aves como las tórtolas (Streptopelia risoria) que nos despertaban, las gaviotas reidoras (Chroicocephalus ridibundus), de Audouin (Larus audouinii) y patiamarillas (Larus michahellis) que se veían al amanecer y atardecer, y otras que se podían contemplar tranquilamente con los niños en el agua, como cercetas pardillas (Marmaronetta angustirostris), azulones (Anas platyrhynchos)porrones europeos (Aythya ferina), malvasías cabeciblancas (Oxyura leucocephala) y fochas comunes (Fulica atra).



 Es un verdadero deleite poder disfrutar de uno de estos humedales y otros como los que aparecen en libros de la zona o en el siguiente vídeo:



Lamentablemente, cuando mediaba la redacción de esta entrada, se produjeron por la zona los temibles acontecimientos de esa plaga que aparece cada verano, los incendios. Un pequeño incendio nocturno afectó  apenas media hectárea de la margen derecha de la desembocadura de la Laguna. Afortunadamente, el asunto fue bien gestionado y resuelto por efectivos del Infoca de la Junta de Andalucía  y los Bomberos del Levante, pero coincidió en el tiempo con otro incendio cercano y de más trascendencia, el de el municipio de Bédar, con 374 hectáreas calcinadas de la Sierra Cabrera.


Ello me hizo reflexionar sobre la frágil situación de estos ecosistemas y su moradores, algunos de ellos autóctonos, únicos y en peligro de extinción como la Tortuga Mora (Testudo graeca graeca), catalogada de interés nacional y autonómico, declarada en peligro de extinción, protegida por la Convención de Berna, incluida en la CITES y en la directiva 1332/2005 de la Comunidad Europea. Se pueden conocer detalles de esta vieja inquilina del sureste peninsular en su propia web, y pese a su relativa resistencia a los incendios, su situación es delicada.

Corolario: Queda mucho trabajo por hacer para proteger las pequeñas maravillas que nos rodean cada día, pero el primero y asequible para todos es conocerlas.

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Homo playensis, humedales y la tortuga mora. por Jesús Almeda Ortega se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.